El vino blanco fue durante décadas relegado a ser el hermano menor del vino tinto. Un vino “para mujeres”, un vino limitado a acompañar marisco o pescado blanco y que, si acaso, un señor podía tomar de aperitivo, antes de dar paso al menú que acompañaría con un recio tinto.
Por María Forcada
Pero todo esto ha cambiado, y mucho. Ahora los vinos blancos están adquiriendo un protagonismo imparable, se introducen en barrica, maridan gran parte de los menús degustación de los chefs más internacionales e incluso -y esta es la parte menos positiva para el consumidor -, aumentan los precios al nivel de los mejores tintos.
Variedades como la Chardonnay, seguida de las blancas Sauvignon Blanc, Viogner, Riesling y Gewürztraminer parecen campar a sus anchas en el mapa vitivinícola mundial, amén de las autóctonas de cada región con las que parecen hacer buenas migas, creando coupages insólitos. La barrica también ha acogido con gusto a las variedades blancas, lo que hace años era impensable, y esto ha reforzado el carácter del vino blanco, que por fin puede acompañar guisos potentes, pescados como el bacalao o el atún, legumbres, carnes e incluso quesos azules y sometidos a envejecimiento.
En definitiva, estamos ante una nueva era en la que el vino blanco resurge con más fuerza que nunca.
Por otro lado, México se ha convertido en un foco de atención para el mercado vinícola mundial. Los enólogos y marcas más destacadas viajan a México para promocionar sus vinos en un entorno y entre un público que hasta hace poco sería inimaginable, lo que significa que el mercado mexicano del vino está en una fase de crecimiento que no pasa desapercibida. La penetración de vinos extranjeros responde a una producción todavía moderada de vinos mexicanos, de volumen muy inferior al importado, aunque poco a poco va ganando presencia en el mercado.
Según los datos rescatados por el ICEX, el 70% del vino que se consume en México procede del exterior, unos 50 millones de litros. Pero a pesar de este aumento, el consumo per cápita en México sigue siendo muy bajo, 0.75 litros según los expertos, frente a los 20 litros per cápita de España, Italia o Francia. Aunque el vino que más se consume en México es tinto, el blanco está aumentando sus ventas cada año, en torno a un 15%, tal vez debido a que, cada vez más, el público joven y la mujer optan por esta bebida.
Resulta relevante en este apartado mencionar que existen más de 400 etiquetas actualmente en México de vino blanco originarias de unos 20 países distintos, con gran influencia de California. Esto demuestra que el mercado ha tenido un movimiento muy importante en los últimos años, incrementando el número de etiquetas y países considerablemente. También ha crecido el consumo en la categoría de vinos blancos, el cual está liderado por México, seguido de Chile y España, que representan poco más del 50% del total del mercado en blancos, por lo que se convierte en una categoría interesante tanto para productores nacionales como para importadores. El rango de precio más consumido es de 300 pesos en adelante.
La forma habitual de entrada en México se realiza a través de una empresa de importación o distribución local o mediante la exportación directa a grandes cadenas de autoservicio y tiendas especializadas. En conclusión, el consumo aún es reducido respecto a los estándares de los países eminentemente productores pero se estima que el crecimiento es constante.