En Kioto, la ciudad de los mil y un templos, conviven en armonía el siglo XXI y el Japón tradicional. Es visita obligada para paladear el sabor nipón que anhelan (e idealizan) los occidentales o gaijin. Transitar por esta antigua capital de Japón, tras pasar por la cosmopolita e impactante Tokio (los kanjis o signos son el revés de Kioto, dos caras del país del sol naciente), es un relax que difícilmente se olvida. Y si el alojamiento es un hotel tradicional o ryokan, la experiencia es más inolvidable aún.
Por Rosa Rivas
Tawaraya es el ryokan más lujoso de Kyoto (y dicen que el mejor de Japón), por su maravilloso estado de conservación (lo cuida la misma familia propietaria desde hace 400 años), la atmósfera auténticamente japonesa, la paz que proporciona el lugar y el refinamiento y amabilidad del servicio. Hay un antes y un después cuando vives unos días entre los muros de Tawaraya. Te sientes como una geisha que descansa coqueta en delicados aposentos y a la que honran los servidores de un palacio prohibido a los extraños.
Lo que es prohibitivo en Tawaraya es el precio, 700 euros la noche. Pero es un alto precio que, una vez en la vida, se puede hacer el esfuerzo de pagar ya que la experiencia lo justifica. Y si te invita tu acompañante mejor, porque es un lugar para placeres compartidos más que solitarios. Un paraíso para lunamieleros.
La hospitalidad es el oficio de las once generaciones de la familia Sato dedicadas por entero a complacer a las personas alojadas en Tawaraya; diríase que adivinan tus pensamientos y tus deseos en el momento que, una vez dejados tus zapatos en la entrada, traspasas el umbral del ryokan y dejas que tus pies descalzos sientan el tatami o la pulida madera del suelo. Su nombre en inglés, Tawaraya Inn, hace alusión al término posada. Una calificación humilde, dadas las extraordinarias características del sitio, pero hace referencia a su origen de albergue para comerciantes viajeros, hace más de 300 años.
El olor, como en la ciudad de Kioto, es especial: mezcla de incienso, musgo, leña… El silencio, casi acuoso, esencia del zen, te ayuda a reconciliarte con tu interior. La penumbra, la luz que se filtra por las ventanas o que proviene de las lámparas de aceite, los juncos mecidos por el viento que contemplas desde tu jardín particular… Todo en Tawaraya está diseñado para el disfrute, para la vida zen. Aunque la fachada de este ryokan, similar a la de otros establecimientos vecinos, no deje adivinar lo que atesora su interior y sus 18 suites. Los onsen (bañeras de madera) de cada habitación te funden con el agua (te calientan en invierno y te refrescan en el extremadamente caluroso verano nipón). El suelo caliente del baño que templa tus pies es otro elemento placentero para el descanso del turista, que encontrará todo tipo de comodities (cremas, champú, cepillos, toallas…) de alta calidad.
El desayuno, la comida o la cena, se disfrutan en el propio cuarto. La exquisita y ritual comida kaiseki (con una docena de platos) con productos locales es ejecutada a la perfección en la cocina de este lugar. Y para los que renieguen del tofu, el que sirven en Tawaraya, hecho cada día de forma artesanal, les reconciliará con su sabor.
Las habitaciones, con vistas a los jardines privados son de un minimalismo acogedor. Sus paredes son armarios corredizos de tatami de donde salen los futones (comodísimos) y las yukatas (kimonos caseros) de algodón para los huéspedes. El televisor está escondido, el teléfono está cubierto con una primorosa tela, la tetera (también tapada), el té y las tacitas están a mano en un rincón. Las estancias tienen su altar ceremonial, no en vano estamos en la budista Kioto.
La biblioteca, con libros y periódicos en inglés y japonés, es un lugar para tomar tranquilamente un té o charlar con la sonriente y menuda dueña, Toshi Zato, que te preguntará por tu país e insistirá en saber si estás a gusto.
Aunque querrás desconectar del ciberespacio, de teléfonos y tabletas, para enredarte en tus sensaciones personales y no en las sociales, por si necesitas utilizar el ordenador la conexión a Internet funciona bien, no a pedales. Paradógicamente, este hotel no tiene web propia ni correo electrónico, las reservas hay que hacerlas por teléfono o a través de webs de viajes (como Trip Advisor) y sobre todo páginas japonesas.
Tawaraya es un lugar perfecto para alejarse del mundanal ruido y perder la noción del tiempo, para vivir de incógnito. No ves a nadie, nadie te ve a ti, sólo el servicio está pendiente de tus movimientos sin molestar. Este refinado lugar es refugio de las estrellas. Pero la dueña, Sato san, nunca revelará la identidad de los huéspedes, entre los que se cuentan la familia imperial de Japón, escritores, líderes políticos, artistas como Mick Jagger, empresarios como Terence Conran (creador de Habitat) y cocineros prestigiosos como Andoni Luis Aduriz o Grant Achatz, invitados en 2009 por los anfitriones del congreso gastronómico Tokyo Taste.
Y si quieres conocer los atractivos ingredientes que te alimentan en Kioto, el vibrante y variado mercado de Nishiki, un paraíso para todo buen olfateador de delicias, para perderse durante horas sin remordimientos, está a dos pasos del ryokan. No hace falta ni consultar el mapa, los empleados de Tawaraya te guían y les ves aún haciendo reverencias en la lejanía cuando estás a punto de llegar a tu destino.
| Tawaraya Ryokan. Anekoji-agaru, Fuya-cho Nakagyoku. Kyoto-shi, Kyoto-fu, 604-8094. Japón. Tfno.: +81 (0)75 211 55 66.