Polanco está que arde, bueno, ¡Masaryk está que arde! La apertura estelar de Público de Pablo Salas en la Moliére (#50) casi con Masaryk ha sido como ponerle la guinda al pastel.
Por María Forcada Foto cortesía de Fernando Gómez Carbajal
Años de abandono a la señorial avenida Presidente Masaryk causado por unas obras que parecían interminables. Tan solo la zona de Polanquito parecía respirar, algo distante del polvo y la taladradora. Pero esto pasó a la historia y tanto Masaryk como calles colindantes empiezar a sufrir un efervescente crecimiento gastronómico que nos deja con los ojos, la boca y el estómago abiertos.
DO sufrió el abandono de Pablo San Román para dar la bienvenida a una figura que sobresale por su excelente manejo de la cocina española, con toques renovados: Santiago Migoya (Calle Hegel 406 esq. Masaryk). La alegría y los clientes han vuelto al lugar. No muy lejos, en Schiller 331, los chefs de Kaah Siis unen fuerzas con Arturo Fernández y el grupo Spai Sucre para crear un lab-cooking que todavía estamos por descubrir. Justo enfrente, el dinámico chef venezolano Jorge Udelman dio el Dó de pecho con Órale Arepa a finales de 2015 (divinos sus tequeños de queso), un espacio dedicado a la cocina latinoamericana y al ron.
Vicente Torres abandona el Mercado Roma donde tenía Oli para elevar su cocina a una especie de Olimpo culinario en Garum, en Masaryk 513, junto a Guzina Oaxaca de Alejandro Ruiz (que prevemos también empezará a remontar tras dos años abierto). En lo personal, la del chef de los ojos verdes (Vicente) es una de las cocinas más perfectas, sabrosas y elegantes que he probado en el último año. De lo mejorcito en la capital, formando así un triángulo de oro: Biko-Garum-Dulce Patria.
Pero vamos a lo que vamos: ¡Pablo Salas, Público, Calle Moliére! El chef de los tatuajes que sube imparable en la Latinoamerican 50 Best (va por el 21 y hacia arriba), sale tímidamente de su Amaranta en Toluca para abrir un prêt à porter en CDMX. Hace tiempo que tenía ganas, y gracias a su asociación con Enrique Olvera y los empresarios de Público (es un edificio de oficinas), lo ha hecho realidad. Su nueva fórmula apuesta por ser una fonda al estilo Fonda Mayora o Fonda Fina, pero con un concepto mucho más adaptado al ejecutivo: eliges, pides y pagas en caja y te lo llevan a tu mesa. Evitando asi la espera del mesero y de la cuenta al final. La oferta es redonda y bien elaborada (al menos estando allí el chef). Desayunos, tortas (también para vegetarianos), ensaladas y los fuertes de la casa entre los que destacan las albóndigas de cerdo con chipotle, la milanesa de res a la mantequilla o la cola de res en su jugo. Ningún platillo supero los 100 pesos (excepto la milanesa, $110) y la mayoría se puede pedir para llevar.