Gastrobares, neotabernas, foodtrucks, restaurantes Pop-up y supper clubbs son la sensación low cost que cualquier foodie y el público trendy deben visitar
Por María Forcada
Si te has perdido en esta frase es que estás muerto, -out, fuera de onda-, en el complejo universo gastronómico. La gastronomía es arte y es moda, y como tales evoluciona e impone tendencias marcadas por grandes titanes de los fogones que, a imagen y semejanza de los diseñadores haute couture, imponen al resto del mundo. José Andrés, Grant Achatz o Joel Robuchon son el Valentino, Armani y Karl Lagerfield en el diseño de los aromas, los sabores y las formas, y como ellos, se han adaptado a la demanda social creando sus propios conceptos prêt-à-porter.
Los chefs empresarios tienen claro que su imperio no va a decaer ante una crisis, y fieles a su concepto de “renovarse o morir” han agudizado el ingenio creando espacios modernos, divertidos y económicos a los que ponen su firma y se convierten en citas ineludibles de todo el que come, bebe y tiene unos pesos en el bolsillo.
Los restaurantes Pop-up o supper clubs, nacen en Estados Unidos en 2006 y alcanzan su momento álgido en 2010. Tienen una vida corta pero intensa que surge en casas privadas, fábricas, galerías, jardines, festivales y otros lugares poco frecuentados que logran llamar la atención del público y devuelven la vida a lugares olvidados. Su carácter efímero requiere de un gran apoyo mediático que se produce a través de las redes sociales. Uno de los primeros y más sonados fue The Pale Blue Door, organizado por el diseñador y artista inglés Tony Hornecker durante tres noches en una casa en ruinas. René Redzepi también se sumó a esta moda creando una versión Pop-up de NOMA durante las Olimpiadas de Londres.
La tendencia Pop-up influyó en la creación de una gastronomía itinerante que adoptó el formato gastrobar sobre ruedas: los Foodtrucks. En Washington, José Andrés se unió a esta iniciativa gourmet Food Truck estadounidense con su camión ambulante PEPE y el Ritz Carlton ideó en esa misma ciudad una versión móvil de su Westend Bistro. El éxito del concepto en Washington parece responder a una herencia de los puestos hot dogs. En México la fiebre Food truck ha sido desbordante, siendo uno de los favoritos Barra Vieja del chef Edgar Núñez (Sud777), una especie de cevichería especializada en tostas del mar.
En cuanto al Gastrobar, podemos definirlo como un espacio gastronómico con firma de autor. Lo son Tickets de Ferrán y Albert Adriá en Barcelona, Vuelve Carolina de Quique Dacosta en Valencia, Jaleo de José Andrés en EEUU (ya en México bajo el nombre de J by José Andrés) o The Aviary de Grant Achatz en Chicago. Lugares donde, sin mantel, se comen pequeños bocados o platillos de vanguardia para compartir generalmente acompañados de una coctelería creativa y molecular. En México, el Mercado Roma, -inaugurado durante el verano de 2014-, es una amalgama de gastrobares donde conocidos chefs mexicanos ofrecen sus mejores recetas en miniatura: Nicolás Martín del Campo, Zahie Téllez, Ricardo Muñoz Zurita… De estos gastrobares surgieron las neotabernas o neobistrós, espacios que son conocidos por sí mismos, -y de cuyos propietarios apenas sabemos nada-, donde las recetas adquieren el protagonismo.